06 abril 2007

Rara Fruta. Historia de una balada

1

- ¡Atavismo!.
- ¿Qué?
- Te decía que lo veo como restos atávicos de nuestra cultura, de nuestro devenir; lo que queda de nuestra mitología. Ya sabes, el toro y el torero: lo primordial, el arquetipo, esas cosas, …

Normalmente algo así es lo que contesto cuando me preguntan si me gustan los toros, que es la forma más o menos velada de preguntarte de si estás a favor o en contra del espectáculo de la lidia o más rimbombante, el arte del toreo.

- ¿Qué parte?
- ¿Cómo?
- Sí. ¿Qué parte del toro?. Porque el rabo estofado me encanta….

Esta es otra de las formas que tengo de eludir una discusión anunciada si contestas lo que esperan que contestes. En ambos casos estoy diciendo lo que realmente pienso y a veces (pocas, muy pocas) termino en una interesante conversación o con una buena receta de cocina en el bolsillo. Pero la mayoría de las veces te miran como a un bicho raro (primera opción) o se lo toman como un chiste (la segunda) y asunto acabado.

2

Se me revuelven mis entretelas y el traje entero cuando veo esas escenas de películas en la que una plaza atestada de gente, ésta – la gente, no la plaza - contempla el espectáculo de un ajusticiamiento público. ¡Público! Qué palabra más apropiada para ocultar lo esencial; diluirlo en la nada del todo, o del todo dejarlo en nada, vaciarlo. Pero te fijas que ahí hay personas, y si miras con más detenimiento, verás caras y que cada una habla de la esencia que estaba oculta en “el público”. Bueno, - me consuelo, pienso- no es más que una película y representa al “populacho” (otra buena palabreja) de épocas pasadas, cuando la personas debían de tener pocas opciones de entretenimiento y diversión, no sabían leer y su cultura no iba más allá de comer cebollas crudas.

3

Esta foto no trata de ninguna película. Y el público parece muy divertido si miramos sus caras, sus expresiones, sus gestos, su esencialidad. No son personas muy diferentes a nosotros por su aspecto, su vestimenta. Cualquiera puede pensar que son personas pertenecientes a una sociedad próspera, culta y civilizada y que en ese momento gozan de alguna celebración. Pero no festejan un concierto, un baile; ni siquiera gozan de una corrida de toros. Lo horroroso es que festejan el horror, el linchamiento de otras dos personas, otros dos seres semejantes a ellos que penden de un árbol como si de extraños frutos se tratara.


STRANGE FRUIT

Southern trees bear a strange fruit,
Blood on the leaves and blood at the root,
Black body swinging in the Southern breeze,
Strange fruit hanging from the poplar trees.

Pastoral scene of the gallant South,
The bulging eyes and the twisted mouth,
Scent of magnolia sweet and fresh,
And the sudden smell of burning flesh!

Here is a fruit for the crows to pluck,
For the rain to gather, for the wind to suck,
For the sun to rot, for a tree to drop,
Here is a strange and bitter crop.

Billie Holiday dio a conocer estos duros versos y los cantó hasta el final de su vida allá en 1959.

Strange Fruit” está tan ligada a Billie Holiday que generalmente se le atribuye su autoría, pero fue el avispado director del club “Café Society” en el Greenwich Village quien hizo posible que autor y cantante se conocieran.
Billie tomó esta sobrecogedora balada directamente de su autor, un profesor y sindicalista del Bronx que bajo el seudónimo de Lewis Allan firmó este poema escrito en 1938 denunciando el terror y la barbarie de los linchamientos.
Bajo el manido pretexto de que no era comercial, el sello discográfico con el que grababa Billie, rechazó el lanzamiento de “Strange Fruit”. Pero cualquiera que conociera la personalidad de Billie Holiday, y el director del nigh club la conocía, supondría que no echaría en saco roto esta canción. Y así fue: la pequeña e independiente Commodore hizo lo que la poderosa Columbia no quiso hacer.

El sincero y desgarrador sentimiento que la voz de Billie transmitía hizo que “Strange Fruit” se convirtiera en una de las canciones protesta antirracista más controvertida, celebrada e interpretada de la reciente historia americana. Y esto nos puede llevar a otras reflexiones. Al menos a mí me ha ocurrido al seleccionar la versión que pondría en este blog de audiciones. Me ha hecho pensar en lo que es un artista y el arte, en el eterno debate de expresarse o triunfar, de la celebración y el espectáculo, de lo auténtico y lo comercial, de lo comercialmente auténtico y de lo auténticamente comercial; del derecho, de la autoría, de la propiedad, de la cultura, de lo personal y privado, de lo universal y particular, del dar y recibir, poseer y tomar, arriesgar o temer …

Dispongo de dos versiones de “Strange Fruit” de Billie Holiday, una de Nina Simone, otra de Cassandra Wilson y otra de Sting. ¿Cuál, cuántas poner?. Volví a escuchar detenidamente cada una de las versiones. Enseguida rechacé una de ellas y al final me decidí por la de Nina Simone. Sobrecoge nuestro pensar, sentir y querer el desnudo grito de su voz y la grave tristeza del piano. Reviven las palabras, la música, lo auténtico de este poema.

¡Audición de Strange Fruit! CLIC AQUÍ

Esta triste historia, tristemente (y valga la “rebuznancia”) no tiene final. Aún no; por desgracia, todavía no. Con lerdas sonrisas seguimos comiendo cebollas crudas sin que nos salten lágrimas.